Muchos dicen que es la única manera de que una banda se haga conocer. No soy músico, pero no creo en la certeza ni menos en la infalibilidad de tal noción. Desde luego, puede aportar a perder el miedo escénico y a que te ubiquen por un tiempo, pero entraña asimismo el gran riesgo de quedarte estancado en eso y nunca encontrar un estilo propio.
Asistí hace más de ocho años a uno de esos que en la autodenominada “Catedral del Rock” en La Paz, el pub Equinoccio, le hacían a los irlandeses de U2. Fui porque un amigo me invitó, ya había reservado la mesa y –dato nada desdeñable– le habíamos pegado una buena precalentada en otro boliche. Al tercer o cuarto cover nos dimos cuenta que los cinco o seis miembros de la banda ni por si acaso sonaban como los originales, pero decidimos quedarnos porque ya el clima estaba grato. Al acabar la tocada, nos fuimos a su casa y pusimos un par de CDs de Bono y Cía., mientras libábamos hasta el amanecer.
La segunda fue hace unos cinco años, luego de un partido en colegio y de echarnos varios tragos encima. Uno de los compañeros del equipo avisó de la enésima pleitesía que los Deszaire le hacían a Los Fabulosos Cadillacs y que él ya tenía mesa, además de amigas para compartir la velada. Fanático de Vicentico, el Señor Flavio y todos los demás desde su primero álbum, me acoplé. Aunque ya me sabía de memoria que Omar Ríos tiene casi el mismo registro que Gabriel Fernández Capello, no fue igual que tener a los casi 11 de la banda bonaerense, por lo que igual que en la ocasión anterior acabé abandonando el local y poniendo en casa el DVD del Unplugged para MTV.
La tercera y última fue casi obligatoria –en el buen sentido del término. Los Liverpool, en los que tenía (o sigo teniendo, ya no sé) familiares, hacían una de sus reposiciones de The Beatles y yo estaba ahí –¡sano!– a cinco metros del proscenio. Sonaban muy parecido, el registro de voces era casi el mismo (tengo un oído avezado para algunas cosas, pero como cantante me moriría de hambre) pero… ¡no eran los de Liverpool, a pesar del nombre!!! –imposible que lo fueran: dos ya dejaron el planeta, otro le da a las baquetas en soledad y el cuarto anda en otra cosa medianamente alejada de la época en que revolucionaron la música mundial. Esa noche decidí que ya, nunca más. Y al menos hasta ahora, he cumplido.
Considero, como expuse de entrada, que hacerlos por un tiempo puede ser útil. No sé si los Coda 3/Octavia alguna vez se pusieron a tocar puros covers de U2 –banda cuya influencia en la música de los rockeros es notoria, al menos en los discos con el primero nombre–; sí me consta que en alguna tocada Omar, Simón, Vladimir, Ricardo (cuando estaba), Martín y Gimmer se dejan llevar por la nostalgia y tocan una canción de los irlandeses, pero es algo extraordinario, no lo usual.
En 2009 los Deszaire volvieron a lo que han hecho por años, a pesar de tener ya cuatro álbumes propios editados. Lamentable desde todo punto de vista (excepto tal vez el económico), porque se posterga la carrera propia por hacer imitaciones que, al final, son sólo eso. Y algunas llegan a ser tan patéticas como aquél caso en que argumentamos bastante por el ‘cara-libro’ con el Grillo Villegas –un radical antitributos–, porque a alguien se le ocurrió la genial idea de hacerle una elegía (si el término vale) a Nicho Hinojosa, un perejil mexicano que vive de ¡hacer tributos!!!
Pero si hay en el país un perito –lleva más de una década en eso– en hacer este tipo de puestas en escena, ése es Alexis Trepp. Basta mencionar: Deuce (remedo de Kiss que no sé si Gene Simmons y los otros tres carapintadas hubieran aprobado); Iron of the Beast (la doncella de hierro inglesa y su símbolo Eddie deben estar que arden), Metalmanía (sobran comentarios), y el más reciente –hasta donde recuerdo– el Oh! Menaje a Pink Floyd, con varias reposiciones tanto en La Paz como en Santa Cruz.
Alguien dirá –argumento iterado también para justificar la presencia en estas cosas– que no hay de otra porque son bandas extintas o que nunca llegarán a Bolivia. Quizás, pero nunca el imitador será igual que el original. Y siempre será preferible ver aunque sea por tele, en DVD, o escuchar en cualquier formato al verdadero. Es lo que les dije a un par de amigos hace unas semanas, cuando el primero intentó –por tercera vez, creo– invitarme a una pleitesía a Jaguares/Caifanes (prefiero esperar, ahora que Hernández y Marcovich limaron asperezas, a ver si su gira de reencuentro –otra descarada manera de hacer plata– los trae cerca), y el segundo a un presunto homenaje a la Negra Mercedes Sosa que se hace mañana en La Paz.
En ese intercambio con el Grillo llegué a sugerir que los siguientes "tributos" podrían ser a Carlos Avril (cantor de zambas argentino afincado en Bolivia), Edú (el Sandro boliviano), Mario Luis (el Iracundo boliviano), banda Imperial de Oruro, Loving Dark's (banda de los sesenta que hace covers de esa época), bandas de buri cruceñas, grupos de cumbia villera, músicos cristianos de las plazas públicas... y un largo etcétera. Cierro este artículo con la propuesta, aún no aceptada, para organizar el "ILLIMANI TRIBUTE & COVER OF COVER FESTIVAL". Una cosa es segura: haciendo esto nos llenamos de billetes.
FOTOS: EQUINOCCIO BOLIVIA/FACEBOOK; ELDEBER.COM.BO.
Mucha razon querido Chesco, pero si alguna vez leiste algun cruce de palabras entre tributeros y anti-tributeros; los primeros no escatiman en recursos, excusas, palabreria, motivos, razones, hechos y deshechos, para convencer de que lo que hacen, esta justificado.
ResponderEliminarCreo que basta con poner lo que uno sabe, sea como publico o como musico, para evitar que esa mala mania de tributear continue.
Pero ojo, como al bloqueador que se le malacostumbra a seguir bloqueando dandole lo que pide; al tributero se le malcostumbra a seguir tributeando asistiendo a sus tocadas y no exigiendo produccion original, ahi el publico tiene tambien su parte de culpa, un abrazo.
Es un círculo vicioso con tres componentes: bandas con angurria -de fama, de supuestamente homenajear a los que admiran o de plata-, dueños de locales angurrientos y consumidores que aceptan cualquier cosa de una manera conformista y bastante ridícula.
ResponderEliminarOtro abrazo.
Nunca he asistido a un tributo, qué tal esa? Es la verdad. Un tributo a la poderosa Imperial de Oruro, no me lo perdería, jajaja. Gracias por alfabetizarme en estos temas, Chesco.
ResponderEliminarUn abrazo,
Ana Rosa
No me gustan los tributos-cover, aunque en algún momento fui autor del rebuscado Oh!Menaje (un juego de sílabas para evitar el desgastado homenaje).
ResponderEliminarEchar la culpa al empedrado tampoco es buena idea para justificar la mediocridad en la que se encuentra el medio musical. No podemos pedir peras al Trepp y compañía, ellos hacen lo mejor que saben hacer; lo suyo no es la creación sino la recreación, además que en el medio hay público para todos los gustos y los músicos sesionistas tienen el suyo.
Comparto tu opinión sobre los Deszaire que hacen honor a su nombre y son ya un desaire para el rock-pop local, tocar un par de temas en tu presentación no esta mal, pero hacer lo que hacen ellos es dar varios pasos atrá$.
Los músicos tienen la tarea de estudiar, trabajar y trabajar con compromiso, pasión y dedicación por ahí reside la genialidad; fama y dinero vendrán por añadidura.
Un abrazo
PD. Por lo menos ya se dónde no nos encontraremos