Sencillo, sin falsas modestias ni poses y con las ideas muy claras. Luis Eduardo Aute se encontró este viernes 19 de agosto por la mañana con los periodistas y algunos fans, en el salón principal del Ministerio de Culturas.
Ingresa acompañado —precedido, aunque sean sólo centímetros— por la ministra respectiva. Luego de sentarse en la testera, mientras los fotógrafos hacen el desorden usual acercándose para obtener primeros planos del cantante, artista plástico y cineasta nacido en Filipinas, pero radicado casi toda su vida en España, él saluda a la anfitriona, preguntándole si puede tutearla y deseándola “la mejor de las suertes. Creo que este es el ministerio más importante que hay, (porque) es el que se responsabiliza de la inteligencia, del conocimiento, de la sabiduría, de la atracción, del arte de un pueblo. De modo que tienes una enorme responsabilidad y reanudo este deseo de que todo vaya lo mejor posible”.
Admitió que era una alegría para él estar en Bolivia. “Todavía no me creo que esté aquí en La Paz, pero ya poco a poco me estoy haciendo a la idea. Es un gran honor y tengo muchísimos deseos de poder establecer contacto con ustedes, con los pueblos bolivianos, a través de mis canciones. Empecé a componer en 1966, mediados del siglo pasado y bueno, llego tarde, pero más vale tarde que nunca, espero. Haré todo lo posible para que nos hagamos amigos a través de esas canciones, supongo que para muchos serán canciones nuevas, aunque hay alguna gente que está muy compenetrada de mi trabajo e incluso más informada que yo. Por obligación, el concierto tendrá que ser un poco largo. No va a pasar de las nueve horas y media, pero sí va a ser largo porque no solamente voy a presentar las canciones, no todas evidentemente, del último disco, Intemperie, a la intemperie en el teatro Laredo, sino también presentaré canciones de otros tiempos, de otros discos, que espero que algunos de ustedes conozcan. Intentaré hacerlo lo mejor posible para que no pasen otros 40 años sin venir a Bolivia sino, a ser posible, que venga el mes que viene”.
Luego siguió la ronda de preguntas y respuestas.
— ¿Qué opina usted del cambio que se está dando a nivel político y social en Bolivia con el presidente Evo Morales?
— Bueno, yo lo he comentado en algunas entrevistas que me han hecho recientemente, creo que es evidente que hay un sistema, llamado capitalista, que está derrumbándose. Ese sistema, tal como está planteado desde hace unos años para aquí, en donde realmente gobiernan la especulación, los intereses privados; en donde la política está prácticamente sometida a los intereses del capital especulativo, ni siquiera del económico sino del especulativo. Es evidente que eso está haciendo aguas por todas partes. Siempre pongo el símil de que Occidente, el llamado mundo desarrollado, Europa, EEUU, los países desarrollados, es un gran barco, un Titanic que se está hundiendo y el único proyecto que tiene la tripulación de ese barco es ponerle parches al barco para que tarde en hundirse, o no se hunda del todo. Creo que esa imagen es muy ilustrativa de lo que está ocurriendo. Ahí también vinculo a China, porque también está en esa dinámica de la especulación, de los mercados, y también es una burbuja que antes o después yo creo que estallará, porque China no crea riqueza, sino mano de obra barata. El único lugar del mundo donde hay materias primas, donde hay riqueza verdadera es en América Latina. En ese sentido, yo creo que aquí ustedes están de formas diversas, más radicales, menos radicales, pero están con la intención, con el proyecto de construir un barco. Allí están intentando ponerle parches para construirlo y aquí están intentando construir ese barco. Claramente, desde unos años a esta parte, desde los cambios de política en muchos países latinoamericanos, con gobiernos de izquierda y con proyectos donde prima la solidaridad con la gente oprimida. Se trata de que el principal objetivo de esas políticas sea que haya educación, que haya un nivel cultural más alto y que el pueblo cobre protagonismo en la historia. Creo que es una situación histórica que nunca jamás se había pensado que se pudiera dar en tantos países al mismo tiempo. El continente latinoamericano es enorme, gigantesco, y muy rico en materias primas. Riquísimo culturalmente, con culturas milenarias, culturas mestizas. Son pueblos y culturas con mucha imaginación, muy reivindicativas, hay ideología, y una cosa que para mí es muy significativa es que tenemos una lengua en común, porque en Brasil creo que el español es una lengua obligatoria también. Es una ocasión histórica que tiene el continente para ponerse de acuerdo y poder ser la locomotora del futuro. Yo no creo que no haya futuro, como dicen los pesimistas; creo que sí hay futuro y ese futuro, lo digo con toda honestidad, está aquí, en América Latina.
— La temática de sus composiciones, ¿qué objetivo busca? ¿a qué público llega? Si ha logrado en sus años de compositor los objetivos que ha buscado y si ha coronado muchos éxitos, pero esos éxitos han llegado también a sus admiradores.
— Yo realmente estoy haciendo canciones por accidente. Estoy arriba de los escenarios, también, por mucho más accidente. Yo jamás hubiera pensado, de pequeño, que iba a escribir canciones y mucho menos que iba a subirme a cantar a un escenario. Todavía no me lo creo, después de tanto tiempo. Yo de pequeño tenía muy clara la idea de que me iba a dedicar a la pintura. La pintura me gusta mucho, hice muchas exposiciones, con cierta irregularidad pero ha sido así. El cine también me interesaba mucho, me interesa, he incursionado también en el cine, y la canción fue un accidente. Daba la casualidad de que me gustaba escribir poemas, daba la casualidad de que tocaba un poco la guitarra y era prácticamente obligado a pasarla escribiendo canciones. Empecé a escribir mis primeras canciones más que nada por curiosidad, por ver cómo se hacía una canción, y resulta que hice una serie de canciones que yo no grabé y otros compañeros, otros amigos que eran cantantes grabaron y fueron éxitos en el mundo. Hablo de Rosas en el mar, de Gente como uno. Son canciones que tuvieron seguidores en todo el mundo e inclusive en EEUU se vendieron millones de copias. De repente me encontré rodeado por las canciones que hice sin ninguna voluntad de nada, simplemente por jugar un poco con música y contextos, que de repente adquirieron esa importancia. Fue un fenómeno realmente muy inesperado y muy grande. A partir de ahí me empezaron a perseguir las compañías discográficas para que escribiera mis canciones y yo me negaba porque no me veía en ese papel: quería seguir pintando y ahí se acababa todo. Pero la insistencia fue grande y de pronto pues, ya, me rendí y dije “vamos a ver qué es eso de grabar canciones”. Ahí fue cuando tomé conciencia de la importancia que tiene el fenómeno de la canción, que es prácticamente el único vehículo cultural que percibe mucha gente en sus sitios de vida. No hay libros, tal vez no pueden comprarlos, no pueden estudiar, pero sí escuchan canciones. Descubrí que es muy importante lo que se dice en una canción. Hay muchos tipos de canciones, las hay que son de divertimento, para bailar –no estoy en absoluto en contra de eso, tiene que haber todo tipo de canción popular. Y (entonces) no solamente en España, sino en Francia, en EEUU, se dio una generación que empezaron a ser conscientes, un poco, de ese fenómeno y a ser autores de sus propias canciones; es decir, se dio el fenómeno de autor e intérprete. En América Latina, Atahuallpa Yupanqui, los cubanos, la trova, Víctor Jara. En EEUU, Bob Dylan, Tom Paxton. En Portugal, José Alfonso. En Brasil, Chico Buarque, Caetano (Veloso). En los años 60 empezaba a surgir gente que intentaba hacer canciones con otras perspectivas. Una de ellas era elevar la canción a la categoría de obra de arte. Las canciones empiezan a considerarse como las hermanas miserables de las otras artes; está la música, la pintura, el teatro, el cine. Y lo que hacen los cantantes es un poco un sub género. La intención era trabajar para que la canción dejara de ser sub género y tuviera la categoría de un poema o un cuento. De hecho, en Francia surgieron estos autores e intérpretes después de la Segunda Guerra Mundial. Y había que verlo también desde el punto de la lengua, de modo que se podía transformar esa visión de la canción como sub género. Esa era una de las ideas. Que haya tenido éxito ese fenómeno… Yo creo que el 80, 90 por ciento de la gente que escribe canciones populares hoy son todos compositores e intérpretes; hay pocos que sean íntegramente intérpretes. Se cuidan cada vez más los textos, cada vez hay un mayor interés en trabajar bien, tener un trabajo bien hecho. Pero ahí también nos encontramos con el tema de los mercados y de las discográficas que quieren vender mucho y cualquier cosa. La pelea es la misma hoy que cuando yo empecé. En España en esa época teníamos la dictadura franquista, que nos imponía pasar por la censura todas las canciones, los guiones de películas, los libros tenían que tener el Ok de la censura. Esa censura política ya no existe, pero existe la censura de los mercados. Aquello que una empresa, tanto discográfica como editorial, de los libros, estoy seguro que si viene un autor con el Ulises escrito debajo del brazo a un editor, no le publican. O cualquier otra obra mínimamente experimental. (Julio) Cortázar estoy seguro que hoy no encontraría editor, porque no está dentro de los cánones de lo que se considera un best seller, que es lo que publican. La guerra sigue siendo un poco la misma, con otros elementos formales. Pero en todo caso, y volviendo al tema de la canción, creo que quitando el hecho de la canción absolutamente fugaz y mercantil, la gente joven que está escribiendo canciones hoy, lo hacen con conocimiento de causa, con ganas de hacerlo bien y donde la canción puede ser instrumento para denunciar una situación, se hace.
— Luis Eduardo, la suya es una canción que está más ligada al sentimiento, al amor. Estoy seguro que muchos hemos utilizado estas canciones como soundtracks para más de un coito, pero también tienen su línea política. ¿Cómo la definiría en esta época: una canción de protesta, para el pueblo, social?
— Esencialmente, una canción que a mí me guste. Tengo que escribir estas canciones sobre algo mío. Si no, no lo haría. A la hora de escribir una canción no me planteo a quién va dirigida, simplemente es la canción que me apetece escribir en ese momento, necesito escribir o me veo obligado a escribir para sacarme un problema que tenga encima, o algo que haya leído en el periódico o algo que haya experimentado. Alguna experiencia más personal. No hay a quién va dirigida. En este último disco hay una canción que se llama Intemperie y da título al disco. Son canciones muy diversas. No me gusta poner etiquetas a las canciones, para mí todas son canciones de amor. Surgen de ese sentimiento: del amor y del odio. No habría ni poesía ni canción ni nada si no surge de un sentimiento. Es un estado de ánimo, esencialmente. Hay canciones, digamos, de amor; hay canciones críticas con el momento que estamos viviendo, pero no porque quiera hacer esas canciones sino porque la realidad me obliga a hacerlo y tengo la necesidad de opinar. Creo que esto sí o esto no, estoy de acuerdo o no, y me descargo haciendo esa canción. Hay una canción dedicada al pueblo de (Luis) Buñuel, una canción medio surrealista, otras escritas en catalán. Pero creo que son canciones que tienen un denominador común que es manifestar personalmente esta sensación que tengo de que estamos viviendo tiempos de inseguridad hacia el futuro, de incertidumbre, de miedo, la sensación de que en cualquier momento la estructura que histórica y políticamente nos ha desarrollado se puede venir abajo en cualquier momento, no solamente por percepciones políticas. Hay gente que está viviendo en la intemperie, también por catástrofes naturales. Pero digamos que el mundo desarrollado también está en una especie de sensación de que en cualquier momento se derrumba, que nos quedamos sin techo y apiádate de mí. Escribo canciones no pensando en a quién está dirigida, sino porque tengo la necesidad de reflexionar sobre algún tema o, simplemente, exponer un estado de ánimo.
— ¿Cuál ha sido el momento más crucial para poder componer en su vida y qué ha sido más fácil: trabajar con las canciones o con las imágenes para sus películas?
— Pues lo comenté un poco antes: no era nada crucial, era circunstancial más que todo. Empecé a escribir canciones por curiosear y, de esa manera, expresar emociones con música y con palabras, pero simplemente por curiosidad. Accidentalmente ocurrieron toda una serie de cosas: me grabaron las canciones y empezó a interesarme ese fenómeno. No sé si es momento crucial o no, no recuerdo alguna situación concreta en la que me dijera “tienes que escribir una canción”. No recuerdo esa situación.
Para mí es mucho más difícil escribir una canción que pintar o escribir un guión de una película o realizar una película. Una canción es una cosa muy curiosa. Cualquiera que quiera seguir cualquier carrera, cualquier oficio o cualquier trabajo, puede ir a donde se lo puedan enseñar. Uno quiere ser arquitecto, va a la escuela de Arquitectura. Quiere ser carpintero, va a un taller de carpintería. Quiere ser músico y está el Conservatorio. Pero alguien que quiera escribir canciones dice “Yo quiero escribir canciones, ¿dónde me enseñan a escribir canciones?”. No hay una escuela o un sitio donde puedan impartir clases de cómo se escribe una canción, como tampoco hay escuelas donde enseñen a escribir poesía. Escribir poemas o canciones es una aventura personal e intransferible, no se aprende en ningún sitio. Y además es un lenguaje muy curioso, porque una canción dura tres, cuatro minutos y hay que contar en ese lapso algo: un estado de ánimo, una reflexión, algo que esté articulado, que responda a un planteamiento-nudo-desenlace, tiene que respetar unos cánones de métrica, de rimas, de ritmo y, además, música y texto tienen que ir orgánicamente juntos. Son muchos elementos para juntar en muy poco tiempo. Y luego que el trabajo esté bien hecho, que esté bien escrito, que la música sea una música original, imaginada y arriesgadamente compuesta. Yo cuando estoy en mi etapa de escribir canciones me la paso muy mal, es una tortura, porque no puedo soslayarme de ese trabajo. Estoy escribiendo con la guitarra y el piano y no puedo olvidarme de eso. Me voy a dormir para olvidarme y la canción sigue dando vueltas ahí. Me pongo a cantar otras canciones para ver si se me olvida esa, pero no: ataca. Y sin embargo, pintar es todo lo contrario: no hay ninguna regla, no hay ningún pie forzado, es un espacio en blanco y uno echa colores y texturas y formas y compone lo que quiera, es la libertad absoluta. Cuando salgo del taller de pintura duermo como un angelito; cuando escribo canciones no duermo: simplemente me arrepiento de dedicarme a escribir canciones. Y el cine es más complicado, no en cuanto a concebir una película o una historia: hay mucha gente que colabora contigo, pero en el cine sobre todo es difícil la producción: el cine es muy caro. Una canción: un papel, un lápiz y una guitarra. Pintar, también. Levantar la producción de una película es mucha inversión y mucha gente que participa, pero se puede llevar a cabo. De estos lenguajes, mi experiencia es que escribir una buena canción es lo más difícil del mundo. Más que escribir una novela: en una novela hay tiempos, desarrollas una historia, unos personajes que van creciendo, ocurren cosas, puedes ir cambiándolas, pero una canción son tres o cuatro minutos que, además, (a) quien escuche esa canción le tiene que afectar, ¿no? Tanto como para que se acuerde de esa canción y la pueda cantar también, o que cuando escuche esa canción le recuerde algún momento de su vida. Es una opinión personal, pero la línea más directa entre dos puntos es la música. Lo que te lleva inmediatamente a una situación vivida es escuchar una canción. Aún así, es un fenómeno muy curioso, muy inquietante y muy especial. Yo no acabo de entenderlo. Cuando acabo de escribir una canción, muchas veces me preguntó “¿y esto cómo salió? ¿cómo se me ocurrió? ¿cuándo empecé a escribirla?” y no me acuerdo. No sé cómo, cuándo ni dónde y ahí está.
— ¿En qué área de las que estás involucrado te sientes más cómodo: cantante, compositor, pintor, guionista, cineasta? ¿Cómo te definirías?
— ¡Ah, la pregunta! Es la gran pregunta que me hago alguna vez que otra y no tengo respuesta, no lo sé. La verdad no sé bien. Me gusta decir que me considero un aprendiz. Me gusta aprender todo lo que pueda. Conocer herramientas distintas para expresar ideas, expresar emociones. También es una constante que soy curioso. Soy curioso de las diversas maneras para comunicarse, para ampliar la vista, para desarrollar la imaginación, para acercarnos más al sentido de la vida, para que el ser humano tenga una razón de ser, que no sea solamente actuar como una máquina de hacer dinero, soñar. Trabajar en cada campo creativo del arte es una manera de soñar, de cruzar al otro lado del espejo, de reflexionar sobre todo lo que se quiera. No me considero un profesional de ninguna de esas actividades, en todo caso un amateur. Me gusta más la palabra amateur, amador. Soy amador de un oficio, de un lenguaje. Profesional no. En este caso, porque en campos no creativos uno tiene que ser lo más profesional posible. Pero en este loco mundo de los sueños, de las pesadillas y de los espejos, creo que refuto un poco el concepto de profesional.
— En Bolivia decimos que las culturas son el alma del proceso político. ¿Qué opina usted?
— Estoy totalmente de acuerdo. Yo creo que o el mundo lo vamos llevando por ahí o el mundo no tiene ningún sentido y puede acabar muy mal. Estamos, yo creo, en los estertores de una manera de entender la política que simplemente busca el beneficio económico por encima de todo y, en ese sentido, quienes están gobernando el mundo son los llamados mercados, que el único interés que tienen es fabricar dinero, no riqueza. Especular con la riqueza. Yo creo que habría que eliminar los bancos. Que haya un banco nacional, del Estado. No me cabe en la cabeza que unos señores decidan manipular el dinero de los demás, porque los bancos tienen todo el dinero del mundo, de todos, y ellos deciden lo que hay que hacer o lo que no hay que hacer. Yo creo que ese es un tremendo error que la historia contemporánea, este proceso parecido a la Revolución Francesa, debe cambiar. El núcleo es poner en cuestión a la banca privada. No puede haber banca privada, porque lo único que busca el beneficio propio y lo más inmediato posible. Y creo que el ser humano, en el mundo, no tiene espacio en esa filosofía. El ser humano tiene que ser otra cosa, tiene que apuntar a otra cosa, trabajar para el enriquecimiento de su alma, para enriquecer el espíritu, para ser más seres humanos, para convivir en la solidaridad no en la competitividad, para crear belleza. Se trata de ser felices, de vivir felices, no ser el más poderoso económicamente. Yo creo que hay que perseguir la felicidad, no el poder económico. Eso no significa que no se piense en independiente y que el ser humano necesite un trabajo bien remunerado o lo mejor remunerado que pueda ser, que tenga educación gratuita, salud pública, ese es el mayor reto que tiene toda sociedad humana. Creo que estoy totalmente de acuerdo con la reflexión que me has hecho.
No quiero irme sin antes agradecer a un amigo, yo no estaría aquí sin las gestiones y sin la tozudez de un gran amigo que acabo de conocer aquí, Jean Claude Eiffel, el responsable de que yo esté acá.
FOTOS: CHESCODM.
Qué gran tarea la tuya. Felicidades.
ResponderEliminarEscribí una opinión sobre el concierto, la puedes ver en: http://tibiorincon.wordpress.com/2011/08/21/%C2%A1aleluya-luis-eduardo/
Abrazo.