Juan Evo Morales Ayma sueña. Es una de las cosas que tiene en común con el resto de los bolivianos, a quienes gobierna desde 2006. Y tiene un sueño recurrente, dicen sus allegados: carreteras, hacer muchas carreteras. Alguien ya comentó —si la memoria no nos folla, como dice el Ojo de Vidrio, el dato está incluido en el panegírico Jefazo de Martín Sivak— que esto le viene de su pasado como niño campesino en el hosco altiplano orureño, donde caminaba hasta la carretera interdepartamental para pedir cosas a los pasajeros de los buses y presuntamente le lanzaban cáscaras de naranjas. Desde niños nos repiten que las carreteras (y caminos) son vías de desarrollo para un país. Porque lo integran, permiten comunicarse a las comunidades con los centros poblados más grandes y posibilitan el traslado de productos de un lugar hacia otro. Prueba sencilla los vecinos, donde casi todas –sino todas, de plano– sus rutas internas son asfaltadas y reciben mantenimientos y preservación constantes. Bajo esta premisa, es válido y aun imprescindible pensar en que la creación de una carretera es válida, necesaria y beneficiosa para la mayoría de los pobladores.
Pero, ¿qué ocurre cuando este nexo debe erigirse dañando una de las pocas áreas naturales protegidas del país y del planeta? Desde luego, lo menos que se debe hacer desde el sector gubernamental es pensárselo, luego consultarlo con los pobladores —ellos no irán a oponerse porque sí ni por arrebatos de locura— y por último recién asumir la decisión si se emprende tal construcción ó no. Esta es la disyuntiva actual, que ha movilizado desde el pasado lunes 15 a decenas de pobladores de la región del TIPNIS —Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure—, quienes tratan de convencer al gobierno para que el trazado de la ruta no atraviese su hábitat, reconocido incluso en la CPE, Artículos 2, 3, 11, 26, 210, 211, 385 (cita) y 403, entre otros:
«I. Las áreas protegidas constituyen un bien común y forman parte del patrimonio natural y cultural del país; cumplen funciones ambientales, culturales, sociales y económicas para el desarrollo sustentable.
II. Donde exista sobreposición de áreas protegidas y territorios indígena originario campesinos, la gestión compartida se realizará con sujeción a las normas y procedimientos propios de las naciones y pueblos indígena originaria campesinos, respetando el objeto de creación de estas áreas».
El gobierno —y con especial énfasis el contradictorio presidente del Estado— dice defender a la Pachamama y protegerla, preservarla, etc. No entraré a redundar lo que hemos venido escuchando hace cinco años y con más intensidad los últimos días, desde que se iniciaron las discusiones acerca de la carretera de 353 Km entre Villa Tunari (Chapare, Cochabamba) y San Ignacio (Moxos, Beni).
Sí pretendo hacer hincapié en los destrozos a la flora y, sobre todo, a la fauna que conllevaría la mentada vía. Algunos datos sobre ella:
• 108 especies de mamíferos, pertenecientes a 33 familias, lo cual representa el 30% de las especies de mamíferos de Bolivia. • 470 especies de aves, correspondientes al 34% del total de aves de Bolivia. • 39 especies de reptiles, pertenecientes a 15 familias, representando alrededor del 14% de reptiles conocidos para el país, sin incluir las tortugas y caimanes. • 53 especies de anfibios, representando entre el 26% y 28,5% de las especies del país, y pertenecientes a 8 de las 11 familias de anfibios para Bolivia. • 188 especies de peces, distribuidas en 25 familias (Altamirano, R.C. et al., 1992).
Con relación a la flora, estos apuntes: En el TIPNIS se han efectuado muy pocos trabajos de inventariación y menos aún recientes. Si bien el conocimiento de la biodiversidad en el TIPNIS es aún muy limitado, algunos inventarios preliminares permiten prever una muy alta diversidad de especies, especialmente en las formaciones boscosas del piedemonte y la serranía subandina.
Hasta ahora en el TIPNIS hay 602 especies de plantas registradas distribuidas en 85 familias y 251 géneros. Sin embargo se estima la existencia de unas 2.500 a 3.000 especies de plantas vasculares, lo cual representaría entre el 12,5% y el 15% de las 20.000 especies de flora vascular estimadas para Bolivia.
Estas estimaciones están en relación con el hecho de que el TIPNIS contiene gran parte de la diversidad florística de bosques amazónicos, pero también con la gran cantidad de epifitos -principalmente de orquídeas cuyos patrones de diversidad ascienden a medida que se sube hacia los bosques montanos (Fernández, E. y Altamirano, S., 2004).
Pero quizás lo más grave, algo que el Gobierno pretende ignorar olímpicamente, sean las estimaciones de deforestación y daños irreversibles calculados por la imposición de esta vía, con la cual el Primer Mandatario está obsesionado. En menos de dos décadas, más de dos terceras partes del TIPNIS serían deforestadas, calcula un reporte del PIEB. Considerando todo lo precedente –y la movilización que sigue desarrollándose en la zona afectada–, el Gobierno debe preocuparse por entablar un verdadero consenso y diálogo con los pobladores locales y no imponer porque sí sus criterios. Además, y esto lo admitió este jueves 25 el propio director de la Administradora Boliviana de Carreteras, esta sería la tercera vía más cara en la historia del país. Entonces, ¿cuál su sinonimia —y no es que esté viendo sólo lo inmediato— con el progreso que supuestamente traerá al Parque Nacional Isiboro Sécure? No olvidemos tampoco la no del todo descabellada asociación que hicieron de esta vía como potencial ruta para el narcotráfico, pues no es novedad que nuestro país se ha vuelto paso de tránsito –y de producción y consumo, todo hay que decirlo– para la droga. FOTOS: PICASAWEB.COM, NOTIBOLIVIARURAL.COM, RADIOATIPIRI.BLOGSPOT.COM, AMAZONIA.BO.