9/1/11

Paredes haciendo rol de papeles


Un artículo del diario Página Siete plantea un análisis hoy al respecto. Y la verdad es que hace ya muchos años las calles recogen el sentir popular mucho antes que los medios de difusión. Un ejemplo claro lo ocurrido hace dos semanas cuando al ministro de finanzas y al vicepresidente se les dio por la genialidad de lanzar el D.S. 748, posteriormente abrogado por el presidente.
La imagen que abre este artículo tiene ya varios años, pero no fue hasta esa semana de marras que a los pintadores oficialistas les dio por intentar tacharla. Por cierto, es un ícono de la simpleza y un bis constante en la sucesión política del país. Hace unos años era “Goni cabrón”, antes “Banzer cabrón”, previo al actual aludido “Mesa cabrón” y así ad infinitum metiéndose con todos los cabros que ocuparon por elección o azar la silla más codiciada de Bolivia. Quede claro, antes de seguir, que no comparto el epíteto porque un presidente electo en democracia merece respeto. Los otros lo pierden por la manera de hacerse con el trono.



En la semana entre el domingo 26 –día del “gasolinazo”, irónicamente denominado por algunos “gasolinerazo”– y el viernes 31 de diciembre –cuando el mandatario, a pocas horas de que concluya la gestión, decidió dar marcha en reversa pese a la cara de bronca contenida de su infante–, las paredes de La Paz se han visto pobladas por decenas de mensajes variopintos. Al menos tal fue mi constatación cuando regresé luego de ocho días de ausencia el lunes 3, unas horas después de la granizada.
Tal y como escuché y vi en el denominado canal de todos los bolivianos (la mejor manera de enterarse qué pasó cuando uno no estaba conectado al mundo es llegar y ver el informativo oficialista, leyendo entre líneas todo lo que no quiere decirse), acusaban de culpables de las distintas movilizaciones de protesta que se realizaron esa semana a los denominados líderes de la oposición, Juan del Granado y Samuel Doria Medina.



En esa particular lógica que hace años promueve el gobierno –como buena parte de los regímenes populistas en el globo– de no reconocer los yerros y buscar culpables afuera, se planteó que los del Movimiento sin miedo (MSM; partido del que no soy simpatizante, menos aún integrante) eran quienes habían azuzado a la gente a salir en marchas de cacerolas y otras que convulsionaron las urbes.
Vi una entrevista al empresario cementero, realizada creo en Cadena A y emitida como ‘loop’ en el informativo matinal de Bolivia Tv el martes 4, donde decía algo acerca de una probable baja del dólar hasta 6 Bolivianos por unidad –ironías de la vida, justo ese día en el informativo de Tv Chile internacional anunciaban que las divisas estadounidenses habían saturado las casas de cambio de Agustinas en el centro de Santiago porque estaban en alza. No sé si lo habrá hecho ni si la cosa prospere, pero un dirigente del Movimiento al Socialismo (MAS) anunciaba que le haría juicio por agio al líder de Unidad Nacional (UN).
Incluso las y los “cebras”, esos simpáticos disfrazados que ayudan a tratar de mejorar un poco el caótico tráfico paceño, fueron involucrados en la parafernalia de buscar responsables por el descontrol que los del mismo gobierno habían causado con su medida impopular, que además les ha costado sus buenos porotos en la credibilidad de la gente, quienes ya difícilmente volveremos a pensar ó sentir que vivimos en una suerte de Suiza latinoamericana.
Las calles seguirán como mudas testigos de los devaneos políticos y sociales. Las paredes seguirán recibiendo las expresiones silentes de protesta por esas decisiones, además claro de confesiones amorosas, arranques poéticos y garabatos pandilleros. Y es que, así como los papeles, las paredes al parecer aguantan todo.



FOTOS: CHESCODM.

2 comentarios:

  1. Y qué me dices de la voz que las Mujeres Creando le afinaron a las paredes de La Paz? Maravilla de voz!
    Un abrazo,
    Ana Rosa

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  2. Son una maravilla, pero asimismo van por otro lado. Son las únicas que han recopilado sus pintadas en dos volúmenes de textos. Ambos libros son un gusto literario aparte.
    Otro abrazo,
    Franchesco

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