26/9/11

Lo bueno es que se les caen las caretas

Por pura coincidencia, justo un mes después de la primera nota sobre la carretera que pretenden construir atravesando el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), debo volver a tocar el tema.

Pero esta vez lo hago desbordado por la indignación. Como al vate, quiero escribir, pero me sale espuma. No puedo concebir cómo un gobierno que se dice indigenista y que se abroga la falacia —entre varias otras, claro— de tener al primero presidente indígena de Bolivia (el primigenio en todo caso fue Andrés de Santa Cruz y Calahumana, y después hubo otros con raíces indígenas claras), arremete de la manera más cobarde y vil contra aquellos que dicen representar.

Ayer al promediar las 16:30 ó 17:00, cuando los indígenas marchistas apostados cerca de Yucumo (Beni) terminaban de faenar una vaca para cocinarla y cenar, la Policía Nacional intervino de manera cobarde, brutal y violenta la concentración de los cerca de 1200 marchistas, utilizando agentes químicos y balines, reprimiéndolos y llevándose detenidos por la fuerza a dirigentes —algunos de ellos integrantes de la Asamblea Legislativa que gozan de inmunidad— y todos cuantos pudieron.

Según la crónica de la periodista Amancaya Finkel de Página Siete: «Un bebé de tres meses murió anoche tras la violenta intervención policial en Yucumo a la marcha indígena que se opone a la construcción de la carretera por el TIPNIS. El bebé falleció aparentemente por la inhalación de gases lacrimógenos. (…) Existe un saldo de 37 desaparecidos, según el comunicado, entre ellos siete niños y un bebé, y una cantidad no determinada de heridos y detenidos. Por momentos la represión fue extremadamente violenta, golpearon a algunos indígenas con saña (…) Muchas personas fueron enmanilladas y otras inmovilizadas con cinta adhesiva. El diputado disidente del MAS Pedro Nuni fue detenido sin respetarse su inmunidad. La cantidad de gases lacrimógenos fue tal que se produjo una gran confusión, ocasionándose el extravío de los niños».

El periódico La Razón, considerado por muchos ciudadanos de carácter paraoficialista por el capital venezolano de sus accionistas mayoritarios, puntualiza que «Los hechos ocurrieron entre las 17.00 y 17.35 a pocos metros del puente San Lorenzo, donde los indígenas fueron retenidos el sábado por la Policía poco después de romper una barrera policial llevando por delante al canciller David Choquehuanca. La jornada transcurría con normalidad, hasta que un grupo de policías ingresó a una hacienda cercana al lugar donde acampaban los indígenas. Esto movilizó a una decena de “flecheros”, liderados por los dirigentes Celso Padilla y Fernando Vargas, que los interceptó y les exigió que salieran del lugar. La periodista de la agencia AYNI, Rocío Rúa, que estaba en el lugar, relató a La Razón que un uniformado dijo que saldrían en 10 minutos, pero poco después iniciaron el operativo con la detención de Padilla y Vargas, a quienes —dijo— golpearon y subieron a un vehículo. Similar acción ocurría en el campamento. “Todos estaban descansando y los niños jugando, de pronto todo cambió. Están cazando a los indígenas”, relató un antropólogo, quien dijo a este medio vía teléfono que escapó y que estaba junto a varios indígenas en el monte. La intervención con gases lacrimógenos hizo que mujeres, niños y hombres huyan de los efectos de los gases y la persecución. “Muchos niños se perdieron, había madres llorando preguntando a todos, después del operativo, si vieron a sus hijos”, relató la periodista Rúa».

El rotativo asimismo considerado opositor, La Prensa, incluye más datos: «El pandemonio duró 35 minutos y se puso fin a la movilización iniciada el 15 de agosto en demanda de que el Gobierno no construya una carretera que pretende partir el TIPNIS. Aunque el canal 7 [estatal, NdR] informó que los indígenas intentaron a esa hora agredir a los uniformados, Ligia Pinto, de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos, dijo que descansaban, comían y conversaban entre sí. (…) Fernando Vargas fue aprehendido y pateado cuando estaba tendido en el suelo. Cuando acaeció el sorpresivo ataque de la fuerza gubernamental, los policías evitaron que los periodistas capten imágenes y cerraron el paso por la carretera».

Por contrapartida, el vocero gubernamental Cambio, autodenominado ‘Periódico del Estado Plurinacional Boliviano’, expone su versión, firmada por su enviado Clayton Benavides, así: «La policía apostada en Yucumo intervino la marcha indígena que se dirigía a la ciudad de La Paz, tras ser atacada por un numeroso grupo de movilizados… los indígenas intentaron rodear la barrera policial de seguridad (…) blandiendo arcos y flechas, y amenazando con utilizar esas armas. Ante la amenaza, la fuerza pública utilizó gases antimotines para dispersar a los marchistas y detuvo a los más violentos con fines de investigación. (…)

El subcomandante de la Policía, Óscar Muñoz, quien encabezó la intervención a la marcha indígena, afirmó que el detonante para esa acción fue la agresividad de los nativos, que pusieron en peligro la integridad física de los uniformados, que los rodearon con arcos y flechas. “En realidad, ése fue el detonante, y también fue la actitud que tuvieron ellos contra gente que llegó a dialogar, y demostraron agresividad ante autoridades del Gobierno. Esa agresividad se volcó contra la integridad física de los policías, a quienes los rodearon prácticamente todos esos hombres que utilizaban flechas, y la policía tuvo que intervenir”, justificó. (…)

El jefe policial informó también que sufrió el impacto de una flecha en la parte de su pecho, pero que afortunadamente no fue de gravedad por la protección que llevaba». El subrayado es nuestro.

Con esta cobarde, brutal e indefendible accionar, el gobierno que preside Juan Evo Morales Ayma da claras muestras de que lo indigenista de su postura sólo responde a eslóganes y demagogias. Como pusimos en el título de esta entrada, lo bueno es que con estos actos se les caen las caretas y muestran, aunque sin querer, su verdadera esencia. La ministra de Defensa renunció hace unos minutos de manera irrevocable y hay una marcha que transcurre en este momento en La Paz, donde la plaza en la que se sitúa el palacio presidencial amaneció acordonada. ¿Qué es lo que temen los palaciegos?

Hace unos minutos también, el ministro de Gobierno, Sacha Llorenti —quien da las órdenes para las intervenciones policíacas— informó a través de la Agencia Boliviana de Informaciones ABI, en su cable 245302:

«El ministro de Gobierno, Sacha Llorenti, afirmó el lunes que la intervención a la marcha de los indígenas que se oponen a la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos fue realizada por un requerimiento fiscal y exclusivamente para preservar la vida y evitar enfrentamientos con los pobladores de Yucumo, que se oponían a la marcha. En una conferencia de prensa dictada en Palacio de Gobierno, Llorenti dijo que también por esa razón, de preservar la vida de los marchistas, fueron evacuados de inmediaciones de Yucumo en vehículos y trasladados a otra región para que retornen a sus comunidades. "La acción que se ha llevado adelante fue con el único propósito de evitar que haya un enfrentamiento entre civiles", remarcó al anunciar que si se comprueba abusos contra los marchistas se iniciará una investigación y se sancionará a los culpables».

Penosas horas para un gobierno en el que miles de ciudadanos de Bolivia y el mundo habían cifrados sus esperanzas.

FOTOS: FEEL-BOLIVIA.BLOGSPOT.COM, INTERNET.



21/9/11

21 DE SEPTIEMBRE

Despertó. «Día festivo sin clases», pensó para sus adentros. Se desperezó lentamente: había todo un largo y -por qué no- caluroso día por delante; oficialmente, la primavera arrancaba en ésta parte del planisferio, en franca oposición a la mayoría de las canciones de amor difundidas por las estaciones Frecuencia Modulada Stereo de moda y semi caducas, que la sitúan en abril, fuera del contexto que la rodeaba.

Encendió la radio. Música romanticona -era previsible- en la mayoría de las FMs; «día de los enamorados», le recordaron los distintos locutores. Decidió levantarse y tomar un duchazo.

Mientras tanto, sonó el teléfono. Era uno de sus compañeros de colegio; como no pudieron comunicarse, había dejado el mensaje de que luego llamaría. Salió del baño y le dieron el recado. «¿Para qué me habrá llamado?», meditó al vestirse.

Desayunó, a solas con la empleada que se ocupaba en organizar los diversos pertrechos para el almuerzo, caminando de un lado a otro. Ya sus padres habían salido y no volverían hasta la noche. Ángela, su hermana menor, estaba con los de su curso en una excursión campestre alegórica a la fecha y Ernesto, el mayor desaparecido desde la víspera, no daba aún señales de vida. Cogió la taza, y se acomodó frente al televisor. «A ver qué hay», dijo. La pantalla se llenó de imágenes reiterativas. Todos los programas en vivo hablaban del cambio de estación, del «amor que se puede sentir en el aire» y promovían concursos con premios como cenas para enamorados, joyas o cajas de chocolates. Las estaciones que no emitían sino enlatados, diluían sus minutos entre telenovelas, programas de dibujos animados y antiguas seriales, todos repetidos hasta el hartazgo.

Cansada como siempre le pasaba con los feriados a media semana «que te descompaginan todo» según afirmaba, empezó el zápping inclemente. Lo más que duraba la señal en un solo canal eran tres minutos.

A las 11, sonó el teléfono. Contestó, mecánicamente, casi sin ganas. «Hola... ¿Marco?... Aquí, viendo tele... No, nada... ¿A dónde?... Hmmm, puede ser... Te llamó a eso de las dos, para quedar bien, ¿ya?... Seguro... Chau».

Siguió frente al televisor, mirando sin ver, pensativa. Pasaron otros quince minutos y fue a su dormitorio. Alzó un libro y se acomodó en la cama para leerlo. "En el principio era el sexo y en el final también lo será", observó impreso en una de las páginas. Quedó rumiando la frase un instante. «¿Cómo será el sexo?», terminó por preguntarse.

Tras almorzar, en medio de la parafernalia del televisor, la radio a todo volumen, puesta por su hermano, pasando música estridente y la emisora nativa de la empleada, analizó la posibilidad de cumplir el trato telefónico. Revisó la cartelera cinematográfica en el periódico: eligió una película cómica y descolgó el auricular, marcando luego un número. «¿Marco?... Vamos al 6 de agosto, ¿te parece?... ¿Me recoges o nos vemos ahí?... Bueno, te espero... Chau».

Cambió de polera, alzó una chamarra y esperó, sentada de nuevo frente al televisor. Marco llegó puntualmente. Se saludaron, subieron al auto y partieron hacia el cine. «Se ve raro así, peinadito y perfumado», pensó.

En la oscuridad de la sala, sintió una mano por detrás de su cabeza. Sonrió levemente, sin decir nada. Minutos después, percibió el abrazo. Siguió callada. La mano de él buscó la de ella: se encontraron, agarrándose. Lo miró fijamente. El se acercó y, sin decir nada, la besó. Sin que sepa bien por qué, sintió miedo por aquel beso. No era el primero, mas traía consigo la sensación de algo incierto cuyo origen su instinto femenino no atinó a responder.

Salieron tomados de la mano, sonrientes. Marco le preguntó si ella tenía que volver rápido a casa. «No sé», respondió. Se encaminaron hacia el Montículo, donde ya estaban varias parejas y se veían tres o cuatro vehículos aparcados. Bajaron del auto y se acomodaron en la baranda, mirando a la ciudad. Charlaron de todo. El colegio, los compañeros de curso, los odiados profes, los benditos recreos, proyectos de travesuras para hacer juntos...

La ciudad dejó la certeza del sol, dando paso a la siempre acogedora luz de una redonda luna llena. El silencio se fue apoderando del ambiente, incluyéndolos a ellos. Volvieron al auto, a causa del viento frío.

Marco encendió la radio. Sonaba música suave, romántica, como al inicio de la jornada. Sentados en el asiento trasero, empezaron a besarse. Marco introdujo sus manos bajo la ropa de ella, hasta sentir la comunión de su tacto ansioso con la piel suave e inmaculada. Sorprendida e indecisa, ella le dejó hacer. Marco la besó en el cuello, bajando hacia los senos, cuyos pezones, sin querer, ya estaban erectos y se presentaban desafiantes. Le desnudó el torso, desabrochando el sostén y sacando los pechos por debajo. Ella decidió participar; sentía que era imposible estar pasiva. Sus manos empezaron a describir círculos en la espalda desnuda de Marco, y fueron bajando hasta desabrocharle el pantalón. Marco hizo lo mismo y poco a poco logró sacar una pierna del jean que vestía ella. Las caricias se hicieron más breves y directas; los besos, más largos y apasionados. Marco le quitó a medias el calzón de algodón comprado por su madre -sacó solo una pierna-, se acomodó y empezó a moverse rítmicamente sobre ella.

Te sentiste invadida de golpe. Dolió, sí, pero también te causó una sensación agradable. Todo esto era nuevo y «está pasando muy rápido», pensaste. Se escuchaban jadeos y gemidos, entremezclados los tuyos y los de él. Siguieron con eso, hasta que lo sentiste agitarse, temblar y derrumbarse encima de ti, mientras percibías un líquido en el interior de tu humedecido sexo.

«Te amo», dijo él; «Creo que yo también», balbuceó ella.

Pasaron varios minutos, en silencio, abrazados. Ella estaba reclinada en el hombro de él, que fumaba un cigarrillo. Decidió poner fin al silencio. «¿Qué hora es?», preguntó. «Ocho y media», contestó Marco, mirando el reloj en el tablero del coche. «Llévame rápido a casa», pidió excitada, pasando al asiento del acompañante. Apenas llegaron a la puerta, se despidió y salió apresurada, adentrándose en la seguridad de su hogar. El sólo atino a mirar cuando ajustaba la puerta de su casa.

Se desnudó poco a poco, recordando todo lo ocurrido. Iba a ponerse la ropa de dormir. Prefirió darse una ducha rápida antes. «Así que esto es el sexo», pensó recordando la lectura meridiana. Se puso una polera, envolvió sus cabellos en una toalla y estaba por acostarse, cuando entró su mamá. «Teléfono» dijo y salió.

Cogió el auricular. «Hola», dijo.

- Hola-, escuchó del otro lado. Era Marco. Sintió ganas de colgar. En vez, preguntó: «¿Qué quieres?».

-Sabes... no sé cómo decirte esto... Todo lo de hoy día...

Se impacientó. «Mejor hablemos mañana, ¿bueno? Estoy cansada y...»

-No, no-interrumpió él- Tengo que decirte esto ahora... Todo era por una apuesta con mis amigos, ¿sabes? Es que... aposté que iba a hacerlo contigo... No te enojes, ¿ya?... Podemos seguir siendo amigos...

«Ándate a la mierda», gritó llorando, al tiempo de colgar el teléfono. Su mamá apareció en la puerta, preguntando: «Hija, ¿qué te pasa?». «¡Nada, mamá, nada!», respondió al salir apresurada, dirigiéndose a su cuarto. Entró, cerró la puerta con seguro por dentro y se lanzó de bruces sobre la cama, mientras lloraba desconsoladamente.

Despertó con las luces del alba. No recordaba cómo ni en qué momento se había cubierto con el edredón. La pieza que sonaba en la radio le revivió todo el día anterior. «Los hombres son una mierda», pensó primero; «qué fecha estúpida la de ayer», luego. Se levantó, aún molesta, y se metió en la cocina.

Comió de todo un poco. No se salvaron ni siquiera algunas sobras que habían quedado de la cena anterior, descuidadas encima de la mesa. Volvió a su cuarto, se vistió y después salió al colegio. Sabía que tendría que volver a compartir el asiento con Marco, durante dos meses más. «Qué día de mierda», pensaba al entrar en el colegio.

FOTOS: INTERNET.